Compañeras y compañeros legisladores, este año se conmemora el 108 aniversario luctuoso de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, quienes habrían fungido como presidente y vicepresidente de nuestro país durante una época convulsa en la que se buscaba consolidar un sistema democrático que desterrara cualquier proyecto autoritario o unipersonal, generando justicia y paz social.

La antesala de lo que sería el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez es un periodo de diez días conocido como la Decena Trágica, en el que un grupo de inconformes con intenciones golpistas, se levantaron en armas contra el gobierno del presidente Madero logrando perpetrar el golpe de estado que llevó a la usurpación de la Presidencia, del General Victoriano Huerta.

Víctimas de la traición y la ambición del poder, el Presidente Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez pasaron sus últimos días de vida privados de la libertad en Palacio Nacional, siendo trasladados el 22 de febrero de 1913 a la Penitenciaría de Lecumberri donde serían cobardemente asesinados por militares afines al usurpador Victoriano Huerta, quien asumiría la presidencia del país por un periodo de tiempo corto debido a la movilización de importantes líderes sociales que tomarían las armas contra este deleznable personaje de la historia de nuestro país para derrocarlo.

Venustiano Carranza y caudillos como Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Francisco Villa y Emiliano Zapata, tomaron las armas para poder derrocar el gobierno de Huerta, manteniendo los ideales de la Revolución Mexicana hasta su consumación con la promulgación de la Constitución de 1917 por Venustiano Carranza.

Lo que es pertinente destacar de la vida de Francisco I. Madero es que, con el estallido del conflicto armado y la renuncia de Porfirio Díaz en mayo de 1911, pudo competir nuevamente en las elecciones extraordinarias celebradas en México en octubre de ese año, para asumir el cargo de presidente constitucional en el mes de noviembre.

Sin importar lo complicado de su gestión impulsó acciones importantes para nuestro país. El Apóstol de la Democracia, como también se le conoce al presidente Francisco I. Madero, promovió medidas para redistribuir la tierra, puso en marcha acciones para mejorar la atención sanitaria y educativa de la población, y aprobó la reducción de la jornada laboral, que pasó de doce a diez horas. Sin embargo, todos esos esfuerzos resultaron infructuosos para mantener la estabilidad del país.

Sin importar que el gobierno del presidente Madero solamente duró 15 meses, se esforzó por respetar la libertad de prensa e impulsar la renovación de la política mexicana, además de aprobar el derecho a la huelga y legalizar la libertad sindical.

Francisco I. Madero, es recordado por principios fundamentales que a la fecha subsisten en nuestro país como es el lema "Sufragio efectivo, no reelección" con el que inició en 1910 la Revolución Mexicana que tuvo como objetivo terminar con la dictadura de Porfirio Díaz, con lo que se aspiraba a que nunca más una persona se perpetrara en el poder como hasta el momento del estallido del movimiento revolucionario lo había hecho Porfirio Díaz.

Francisco I. Madero y José María Pino Suárez dejan con sus vidas y trayectorias un importante legado para la historia de nuestro país, por lo que el día de hoy es importante que conmemoremos el 108 aniversario del cobarde asesinato de estos personajes, toda vez que representaron los ideales del movimiento revolucionario de nuestro país que continuaría con su muerte y hasta la promulgación de la Carta Magna de 1917 que a la fecha nos rige, documento que contiene, en sí mismo, todos los ideales, los anhelos, las aspiraciones de la nación y los principios democráticos y sociales esenciales como igualdad, justicia, equidad y libertad.

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